Efervescencia
En el momento en que despunta un
personaje secundario –habitualmente, cómico-, está condenado a sufrir la
inevitable maniobra comercial del spin-off (trama derivada).
El éxito de estos roles reside en su inherente simplicidad, por lo que
pasar a protagonizar una trama implica carencias de guion difícilmente
salvables. En el caso de Los Pingüinos de Madagascar (2014), sus personajes se dieron a conocer con Madagascar
(2005) y, posteriormente, pasaron a la pequeña pantalla con diversos
cortos y una serie de animación, que sigue en emisión. Su producto
cinematográfico no escapa de estos males implícitos, pero destaca por la
frescura de sus propuestas.
Los brochazos iniciales de crítica social apuntan a una ruptura del orden establecido que sutilmente plasmaba la destacable Los Boxtrolls (2014). Sin embargo, como ya ocurría en otro spin-off del estudio Dreamworks (El gato con botas,
2011), su autoimpuesta condición de película menor limita sus
aspiraciones a convencer con su humor y aprovechar el tirón mediático de
sus carismáticos animales. Como consecuencia, la inconsistente trama da
vueltas sobre sí misma, buscando excusas para prolongar las peripecias
de estas clownescas aves y olvidándose de encontrar una motivación de
peso para su insustancial antagonista.
Pero lo que la diferencia del felino
espadachín y la convierte en un producto estimable es el desbordante
humor que trenza. Su ritmo frenético, aunque descontrolado, bombardea la
pantalla con hilarantes gags de varias capas de profundidad. Sin llegar
a innovar, acierta en el tono autoparódico y el humor metarreferencial
de clásicos del género como Aterriza como puedas (1980) o Top secret
(1984), en una suerte de plumíferos hermanos Marx en labores de
espionaje. Una película que desaparece según tiene lugar, pero sembrando
carcajadas a su paso.
0 comentarios: